Las conversaciones incómodas con un hijo pueden ser difíciles al principio. Es natural no saber cómo abordarlas o sentir nervios al hacerlo. Pero llevarlas a cabo es indispensable para su crecimiento.

Si bien es cierto que no todos los padres se incomodan al hablar de ciertos temas, como la sexualidad, las adicciones, la diversidad o la salud mental, para muchos puede resultar un tanto desafiante de afrontar.

Compartimos contigo una serie de pautas para convertir los diálogos embarazosos en oportunidades de aprendizaje y conexión. ¡Descúbrelas a continuación!

¿Cómo tener conversaciones incómodas con mi hijo?

Tal y como señala un trabajo divulgado en la revista Psychology Research and Behavior Management, durante la adolescencia la comunicación familiar se vuelve más crítica. Esto se debe a que ambas partes necesitan adaptarse a los requerimientos del otro y renegociar los límites de poder.

Los autores apuntan también que, en el caso de los niños, la calidad de la comunicación es un mediador en su desarrollo psicosocial. Dada su importancia, es de gran valor que conozcas algunas estrategias para hablar con tu hijo sobre temas incómodos. Te dejamos con algunas recomendaciones que puedes seguir a continuación.

1. Dialogar en el momento y sitio adecuado

Es esencial buscar un entorno privado y tranquilo donde tanto tú como tu hijo puedan sentirse cómodos y seguros. Asegúrate de que no haya interrupciones y que ambos estén emocionalmente disponibles para tener una charla importante.

No es aconsejable hablar de temas difíciles a la fuerza ni mucho menos presionarlo para que participe en la conversación. Forzar el diálogo puede generar mayor resistencia y obstaculizar el objetivo. Tampoco es recomendable llevar a cabo la charla a la salida del colegio o en un sitio donde pueda sentirse expuesto. Por ejemplo, frente a sus compañeros de clase.

2. Hablar con la verdad

La honestidad es fundamental. No tiene sentido darles directrices o consejos en los que ni siquiera tú crees. Cuando tengas conversaciones incómodas con tu hijo, es importante ser auténtico y transmitir tus pensamientos y opiniones con sinceridad.

Por ejemplo, si eres una persona que disfruta de tomar vino de vez en cuando, o que entiende que beber alcohol de forma moderada no implica un riesgo, no es razonable que le digas que el alcohol es inaceptable o peligroso en cualquier circunstancia.

En lugar de eso, puedes hablar de modo genuino sobre tu propia experiencia, explicando los riesgos asociados al consumo excesivo e irresponsable.

Ser coherente entre tus palabras y tus acciones te va a permitir establecer una base sólida de confianza y credibilidad con él y así fomentar un diálogo abierto y constructivo.

3. Evitar detalles innecesarios

Si bien es valioso ser honesto, también debes tener en cuenta que proporcionar demasiados detalles innecesarios puede abrumar a tu hijo.

¿Quieres hablar sobre temas difíciles como salud mental y suicidio? Bien, en ese caso no necesitas entrar en detalles gráficos o descripciones explícitas que podrían resultar perturbadoras.

Mejor, abórdalo con cautela y sensibilidad. Puedes enfocarte en lo esencial para promover una comprensión clara, transmitiendo una idea general sobre lo que son las emociones y la importancia de buscar ayuda cuando nos sentimos mal.

4. Usar un vocabulario apropiado a su edad

Las conversaciones difíciles variarán mucho de acuerdo con la edad del niño. No es lo mismo hablar sobre sexualidad con un niño de seis, diez o trece años. Por lo tanto, es crucial adaptar tu vocabulario a su nivel de comprensión. Utiliza palabras que sean apropiadas para su edad, evitando tecnicismos o un lenguaje muy formal.

Por ejemplo, si estás hablando sobre educación sexual con tu pequeña de cuatro años, en lugar de emplear términos médicos como «órganos reproductivos» puedes decir «partes íntimas o privadas del cuerpo».

Asimismo, en vez de mencionar órganos como los ovarios, las trompas de Falopio o el útero, puedes limitarte a hablar de la vagina, a no ser que se muestre interesada en aprender más. A medida que crezca podrás introducir de forma gradual términos más precisos y así ampliar la información brindada. Pero no tienes que apresurarte. Todo a su tiempo.

5. Escuchar e intentar responder sus inquietudes

Una conversación no es un monólogo. Es un intercambio de ideas y sentimientos de ambas partes. Así, es fundamental que le permitas a tu hijo que participe de forma activa en el diálogo. Por ejemplo, en lugar de dar respuestas directas, puedes preguntarle cómo se siente al respecto o qué sabe sobre el tema y qué más le gustaría saber.

Cuando se exprese, procura escucharlo con atención y no juzgar sus emociones o pensamientos. Recuerda que es natural sentirse nervioso, incómodo o avergonzado ante una conversación difícil. Opta por validarlo.

En relación con las inquietudes que pueden surgirle, ten en cuenta que puedes no saber cómo responderlas y ser honesta al respecto. No te exijas tener una respuesta certera y clara a cada una de sus preguntas. De hecho, puedes animarlo a buscar información, investigar juntos o incluso consultar con un profesional especializado en el tema.

6. Dejar abierto el tema de conversación

Una vez que hayas tenido una conversación incómoda con tu hijo, es importante dejar abierta la posibilidad de continuar hablando sobre eso en el futuro. Es posible que luego de la charla se quede pensando en el tema y le vayan surgiendo dudas o pensamientos que quiera compartir.

Por esto, es fundamental que le dejes claro que estás disponible para volver a hablar sobre el tópico en cuestión cuando él lo necesite.

¿Por qué no es bueno evitar las conversaciones incómodas?

Hacer oídos sordos a los temas incómodos no lleva a buen puerto. Al contrario, evitar conversaciones difíciles con nuestros hijos puede tener consecuencias negativas en su desarrollo y bienestar.

Al no abordar temas como la sexualidad, las adicciones o la salud mental, se corre el riesgo de dejarlos desinformados y expuestos a mayores peligros, porque la falta de información puede llevarlos a que busquen respuestas en fuentes poco confiables.

Además, evadir estas pláticas en el entorno familiar puede generar un ambiente de desconfianza e inseguridad. Esto crea una barrera en la comunicación que no solo afecta los vínculos entre padres e hijos, sino que también puede hacer que los niños elijan ocultar ciertos pensamientos o preocupaciones por temor a ser juzgados o incomprendidos.

La importancia de derribar los tabúes

Cuando se evitan las conversaciones incómodas con un hijo, se envía el mensaje de que ciertos temas son tabú o inapropiados. Así, se lo priva de información esencial para su crecimiento y desarrollo.

Por ende, es recomendable romper el silencio, abrirnos a la vulnerabilidad y enfrentar los diálogos difíciles con valentía. Al hacerlo, estamos enseñando que no hay temas prohibidos y que puede contar con nosotros para obtener orientación y apoyo.

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FUENTE: MujerHoy