Poco antes de que se cerraran las puertas del confinamiento, el escritor italiano Marco Missiroli publicaba en España su novela Fidelidad (Duomo Ediciones), un fenómeno literario en su país, que se convertirá en serie de Netflix en 2021. Missiroli cuenta cómo la infidelidad de Carlo con una de sus estudiantes siembra la duda en su matrimonio con Margherita y en lo que les rodea, desde su familia a sus amigos, actuando como un corrosivo. Missiroli nos habla, a través de sus personajes, de relaciones basadas en el narcisismo y de su fragilidad. Se basó en 850 casos de infidelidad para escribir su novela. ¿Su tesis? La crisis económica de 2009 nos hizo más infieles: todo se volvió inmediato, sin futuro, y eso diluyó la pareja. Tres meses de encierro después, hemos llegado a otra brutal crisis económica precedida de un apocalipsis sanitario. ¿Qué ha quedado del viejo análisis? ¿Nos conformaremos más? ¿Seremos más felices? ¿Seremos más fieles?
“Tras la pandemia, espero dos tipos de fidelidad: hacia el núcleo familiar y hacia uno mismo, una libertad egoísta”, afirma el escritor Marco Missiroli.
Si y no, dice Missiroli. “ Tras la pandemia, espero dos tipos opuestos de fidelidad. Uno hacia el núcleo familiar, propiciado por la cuarentena y basado en un afán por entender las relaciones auténticas. Pero, también espero un rechazo total de ese núcleo para ser fiel a uno mismo, una libertad egoísta y una emancipación de los vínculos que se ven como forzados”.
Su diagnóstico traza dos extremos que nos dividirán, parece, en muy fieles y totalmente infieles. “Habrá un retorno a los valores de un tiempo que creíamos perdido y una militancia radical en el individualismo”, explica. Y, aunque la infidelidad no inclina la balanza, parece que sale reforzada. “Hay factores que la han fortalecido: el uso de las redes sociales de modo obsesivo, como evasión –reflexiona–. Y un deseo de mirar hacia dentro y descubrir si se es libre. Esta necesidad es algo que he entendido con el confinamiento”. Ni el miedo, ni la incertidumbre podrán cambiar ese impulso de dejar atrás lo que te ata. Al contrario, se hará más radical, según el autor.
Creo que se van a restringir los contactos variados y frecuentes con personas a las que se conozca menos –dice la terapeuta de pareja Rosa Collado, miembro del gabinete de psicología Álava Reyes–. Puede que haya un temor inicial, pero creo que, cuando pase algo de tiempo, no van a cambiar las formas de funcionar de las personas. Las conductas no se van a modificar excepto para un pequeño porcentaje. El temor se va a olvidar muy rápido”. Es decir, el que quiere ser infiel lo es, sea cual sea la circunstancia. El coronavirus no importa. La vida cambiará para los que tengan un perfil receloso e hipocondríaco, no para el que practica la cana al aire.
“La búsqueda del placer es impulsiva. Ser fiel tiene una parte de compromiso, es una actitud personal”, reconoce la psicóloga Rosa Collado.
La psicóloga Silvia Congost, autora de A solas (Zenith), experta en terapia de pareja y dependencia emocional, cree que nada va a transformarse en el juego de la infidelidad. “No creo que el coronavirus nos vaya a convertir en más fieles. La prueba es que hay muchas enfermedades de transmisión sexual y eso no para a la gente”. Seguiremos buscando pareja con los códigos de siempre. En las distancias cortas, cuando surgen la atracción y el deseo, nos olvidaremos del virus… y del peligro.
Congost advierte: lo que ocurre ahora no se parece en nada a lo que sucedió en los años 80 con el virus del sida, cuando se pasó de una época de promiscuidad y alegría a otra amenazante y oscura. “En mi opinión, no se puede comparar. El confinamiento es lo que ha convertido esta experiencia del coronavirus en algo muy llamativo, pero no deja de ser un virus que en la mayoría de casos se puede recuperar y curar. Algo muy distinto a lo que era el sida”. “ La búsqueda del placer es impulsiva –añade Rosa Collado–. Incluso en los 80, los que eran impulsivos lo siguieron siendo. La fidelidad tiene una parte de compromiso, es una actitud personal”.
Missiroli asegura, sin embargo, que la infidelidad puede funcionar como una educación sentimental para el infiel. “Lo que no cambiará es la infelicidad que provoca en todos, a pesar de las expectativas. Pero puede llevarnos a la fidelidad verdadera cuando lo que conseguimos a través de ella es ser fieles a nosotros mismos y recuperar valores que nos llevan a evolucionar emocionalmente. Creo que recuperaremos la intimidad gracias a la pandemia, pero será una lucha; ya es una lucha”.
Pero tampoco es esta una regla común, según Silvia Congost: “Aquellas parejas que no tenían una base estable han visto cómo sus diferencias se han hecho más fuertes y presentes. Si la relación funciona y se basa en el respeto, con valores y objetivos en común, es probable que lo superemos con éxito y nos fortalezca”. Muchas parejas han encontrado tiempo. Pero, el balance de la psicóloga no es optimista: “Lo más probable es que hayan prevalecido el conflicto y el roce”.
La fidelidad total, a pesar de todo, es posible, explica Marco Missiroli, aunque requiere condiciones que la hacen difícil: estabilidad psíquica, educación familiar, creencia religiosa común, comunidad que refuerce esos valores. De lo contrario, el instinto está al acecho. “Por nuestra educación y cultura, la infidelidad se vive como un engaño muy destructivo –reflexiona Silvia Congost–. A veces es solo un indicador de que la relación no va bien y otras es una cuestión más biológica, producida por un deseo difícil de contener”.