La socialización se define como el proceso a través del cual el ser humano aprende de la información de su entorno para poder integrarse en la sociedad. De esa manera, logra relacionarse de forma adecuada. Sigue leyendo para conocer cómo es el desarrollo social en bebés y niños.

En la socialización de los niños existe una serie de agentes facilitadores de la misma, como la escuela, el juego y la familia. Todos estos tienen gran relevancia para su desarrollo. El desarrollo social engloba las primeras relaciones sociales, el apego, la capacidad para empatizar, para reconocerse a uno mismo como alguien diferenciado del otro y muchos otros elementos interesantes de los que hablaremos a lo largo del artículo.

¿Cómo evoluciona la socialización con la edad?

Según un estudio de Prior (1992), publicado en el Journal of Child Psychology and Psychiatry, el desarrollo social en bebés y niños se basa, inicialmente, en la relación madre-hijo. Así, cuando los menores son muy pequeños, su relación fundamental se da con la madre o con el principal cuidador o cuidadores.

Se configura así el apego, un vínculo emocional con la figura cuidadora. Esta se crea y se fortalece a través de las interacciones sociales, las muestras de cariño y amor, la atención y la cobertura de las necesidades básicas, entre otras.

La importancia del apego en los primeros meses

Si el apego que se construye es sano y seguro, la manera que el niño tendrá de vincularse con sus iguales y con los adultos, a medida que crezca, será también saludable. Esto no quiere decir que no pueda vincularse, en ciertos momentos, o con ciertas personas, como parejas o amigos, de forma inadecuada o disfuncional.

Esto es así porque en el desarrollo social en bebés y niños, y en el apego, influyen otras variables, tales como las experiencias, el temperamento y la personalidad. Sin embargo, sí es cierto que el primer apego define, en gran medida, cuál será nuestro tipo de apego de adultos.

La sonrisa social y la reciprocidad

La sonrisa es también muy importante en el desarrollo social en bebés y niños. Así, en la relación social con las figuras de apego, se produce una evolución en la misma. Normalmente, ocurre en los primeros dos meses de vida, que es cuando aparece la «sonrisa social».

Aquí, el nivel de estímulo requerido para provocar la reciprocidad comienza a disminuir. De esta manera, al principio el pequeño necesita que el adulto le hable y le haga gestos, pero poco a poco bastará con una sonrisa. A medida que se desarrolla el apego, la visión de la persona provoca la risa.

En los primeros 2 meses de vida aparece la «sonrisa social» en el bebé. Es entonces cuando el menor puede discriminar y sonreír a aquellos rostros que le resultan familiares.

Causalidad y concepto de sí mismo

Poco a poco, el niño adquiere el concepto de causalidad, que implica sonreír para manipular el ambiente y satisfacer sus necesidades. Con el tiempo, llegan otras relaciones sociales que comienzan a establecerse. Pero, para ello, el bebé necesita tener el concepto de sí mismo frente a los demás.

El surgimiento de la empatía

La empatía es algo que aparece bastante pronto, desde los 3 meses de edad. O al menos así lo hace la empatía «primitiva». Esta se desarrolla gracias a las situaciones de interacción con los adultos y, lógicamente, se perfecciona con los años. Se trata de una habilidad muy importante para establecer conexiones con los demás. También, más adelante aparece la capacidad para compartir, que es esencial para mantener las relaciones sociales.

Los pensamientos reflexivos

Cuando el niño es capaz de expresar sus emociones a través del lenguaje, es cuando empieza a pensar sobre las interacciones sociales. Las primeras palabras aparecen al año de edad, pero la capacidad para hablar de estados emocionales llega un poco más tarde. Con esto, el niño empieza a mostrar pensamientos reflexivos. Esto quiere decir que empieza a pensar en cómo se comportan los demás con él y en cómo se comporta él con los demás.

La influencia del temperamento

El temperamento es otra variable que influye en el desarrollo social en bebés y niños. Tiene que ver con su manera de responder y de comportarse emocionalmente ante diversas situaciones. Se trata de la personalidad más primitiva, aquella con una base biológica y genética más fuerte.

El temperamento modela y condiciona las relaciones sociales. Este puede modificarse con el tiempo (a través de factores ambientales de la familia y del entorno), pero mucho menos que la personalidad (que tampoco se puede modificar mucho).

Necesidad de relaciones, a los 3 años

Según Prior (1992), a partir de los 3 años, la manera que tiene el niño de comportarse en la escuela y en los juegos marca, en gran medida, cómo son sus relaciones sociales. Es también desde esta edad cuando los niños empiezan a sentir la necesidad de relacionarse con los demás. Lógicamente, antes también sienten una necesidad de vinculación, pero es un poco distinta.

La familia, el contexto de referencia

Desde el principio, la familia es el contexto de referencia a través del cual los niños aprenden a desarrollarse y a socializar. De hecho, es en la familia donde encuentran sus modelos de socialización, es decir, a quiénes imitar. De esta forma, las relaciones sociales empiezan en el hogar, con los padres, los hermanos y sus cuidadores.

Los menores se relacionan a través de las habilidades sociales y a través del juego. Por ejemplo, las primeras interacciones espontáneas en el parque o en el recreo son muy importantes.

Las relaciones entre los 6 y los 9 años

A los 6 años, las relaciones aún son muy cambiantes. Los vínculos no son todavía estrechos ni permanentes. Pero sí hay vínculos, y cada vez más diversos. Luego, a los 9 años, aproximadamente, las relaciones comienzan a afianzarse. A estas edades los grupos son más estables y los niños ya están en ellos más implicados emocionalmente.

La puesta en práctica de las habilidades sociales

En realidad, desde que nacen, los niños ya empiezan a poner en práctica sus habilidades sociales. Lógicamente, estas evolucionan con el tiempo y se vuelven más sofisticadas o complejas.

La familia y la escuela como agentes de socialización

Como vemos, el desarrollo social de los niños se produce paulatinamente. A partir de la formación del primer apego, se desarrollan el resto de los vínculos sociales y emocionales. Por ello, es importante que el primer apego sea saludable. Con el tiempo, las relaciones sociales van más allá del padre o de la madre, por lo que el círculo social comienza a abrirse.

La familia es un medio de socialización imprescindible para la formación de un adecuado desarrollo moral. Por su parte, la escuela permite la posibilidad de relacionarse con otras personas que no son los familiares del niño.

La importancia del juego

El juego es también otro gran espacio de socialización, a la vez que una herramienta que posibilita la interacción con los iguales. Además, aporta una gran estimulación, tanto a nivel intelectual como social. En las primeras relaciones, los niños jugarán por el mero hecho de hacerlo, por el placer y la diversión. Sin embargo, progresivamente, estas conexiones derivan en relaciones más personales.

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FUENTE: MujerHoy