Cuando vemos a un amigo o amiga en una relación que no le hace feliz y de la que se queja constantemente, nos preguntamos: ¿si no está bien, por qué no lo deja? Eso sería lo más lógico: ¿por qué tener una relación que te hace sufrir, verdad? La respuesta es compleja (¿quizá está saliendo con una persona narcisista y manipuladora?, ¿a lo mejor sufre de dependencia emocional?), pero puede tener mucho que ver con un mecanismo llamado refuerzo intermitente.
Vídeo. Razones por las que engañamos a nuestra pareja
¿Qué es el refuerzo intermitente? Quizá te suene: conoces a una persona, todo es perfecto, le encantas, te encanta, hay pasión y conversaciones a todas horas. De repente, escasean los mensajes, tienes que insistir para quedar, le resultas muy demandante. Intentas acercarte, volver a lo del principio, no entiendes qué es lo que ha cambiado.
Quizá te cansas de insistir o decides dar más espacio. ¡Funciona! Esa persona vuelve. No es como al principio, pero casi. Ya no te relajas como entonces, ¿volverá a alejarse? Pues sí. Y tú volverás a hacer todo lo posible para recuperar su amor y atención, aunque cada vez recibas menos y peor y cada vez seas más infeliz.
El refuerzo intermitente y el control del comportamiento
El refuerzo intermitente es un término que desarrolló el psicólogo y filósofo social B.F.Skinner dentro de sus teorías sobre el control del comportamiento. En un experimento con ratas, acostumbraron a los animales a que cada vez que accionaban una palanca, obtenían comida.
Después, empezaban a darles comida de manera aleatoria. Esperaban que los roedores se aburrieran y buscaran comida en otra parte, pero ocurrió justo lo contrario: Se obsesionaron con darle a la palanca, esperando recibir alimento, y su salud fue empeorando.
¿Qué es lo que hace que una relación en la que entra en juego el refuerzo intermitente sea tan difícil de romper -y luego tan difícil de superar-? Entre otras cosas, que no es una relación, es una adicción. El refuerzo intermitente es un mecanismo que también opera en ciertos juegos de azar que también enganchan, como las máquinas tragaperras. ¿Y por qué hay personas más proclives a enamorarse de parejas que a veces les quieren y a veces no (esto es, que no les quieren nunca)? Seguramente, tenga que ver con la infancia (y no es por ponernos freudianos).
Ross y Rachel, de 'Friends': la cara más amable del 'ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio'. / Friends
Si de niños nuestros padres nos han dado afectivamente lo que necesitábamos (y luego no, y luego sí) es más probable que de adultos nos sintamos atraídos hacia personas que nos tratan igual. Incluso, que intentemos 'arreglar' esa carencia infantil (de la que muy probablemente nuestros progenitores no eran conscientes ni lo hicieron de mala fe) a través de esta relación amorosa. Pero eso no es posible.
Lo que sí podemos hacer es 'arreglar' la relación con nosotros mismos: darnos el amor que necesitamos para que, cuando alguien no nos lo corresponda, saber que lo que hay que hacer es ir a buscarlo en otro sitio… Y no seguir accionando la palanca.